El pasado 3 de octubre (de 2018) se cumplieron 76 años de que un cohete V2 lanzado desde Peenemünde, Alemania, se convirtiera en el primer objeto hecho por el hombre en alcanzar el espacio, con 38 kilómetros de altitud. Hasta ese momento todos los objetos que flotaban en el espacio exterior de la Tierra eran de carácter natural (hasta donde sabemos… tal vez había objetos de civilizaciones extraterrestres…).
Desde ese día en adelante, la humanidad ha lanzado miles de objetos al espacio con los más variados propósitos. En esta entrada voy a hacer un (muy incompleto) recuento de estos objetos.
En esta lista, indudablemente tenemos que reseñar al Sputnik, el primer satélite artificial de la historia (https://goo.gl/Fwr1Mx), que fue lanzado en 1957 por la entonces Unión Soviética.
Pero si de satélites hablamos, según los últimos datos de la NASA y de la Online Satellite Calculations, en la actualidad hay cerca de 3.500 satélites artificiales en pleno funcionamiento. Estos artefactos espaciales que están en órbita se utilizan para varias funciones: saber en qué punto exacto del mundo te encuentras (GPS), ver la televisión de cualquier país, predecir el clima, recoger datos científicos, hacer vigilancia militar, buscar recursos naturales y hasta hacer experimentos escolares (https://goo.gl/4C162E).
A estos satélites funcionales hay que sumar todos aquellos que ya dejaron de funcionar, que se desintegraron en muchas partes y que constituyen el inventario de basura espacial, que según la NASA reúne más de 8.000 objetos. De hecho, una de las más recientes funciones de los satélites es recoger esta basura espacial (https://goo.gl/6Lbiy9).
Pero los seres humanos no solamente lanzamos objetos para que orbiten nuestra Tierra, También queremos explorar otros planetas, asteroides, cometas e incluso nuestro Sol. Prueba de esto son los siguientes ‘objetos espaciales’.
En primer lugar, las sondas interplanetarias, como las Pioneer I y II y las Voyager I y II, que hoy en día están más allá de la órbita de Neptuno y Plutón y están llegando a las fronteras del Sistema Solar (https://goo.gl/wq1j4S).
También, sobrevoladores de cuerpos específicos, como la sonda New Horizons, que nos dio una más clara visión de Plutón, pero que ahora está buscando ir más allá (https://goo.gl/KBGEkG); la sonda Parker Solar Probe, que tiene como misión final estudiar el Sol (https://goo.gl/QHojpm); la sonda Cassini, que tuvo una excelente misión explorando Saturno (https://goo.gl/KPm5cZ); y muchos más.
Pero no sólo nos hemos contentado con pasar volando por encima de los objetos que queremos conocer, sino que hemos aterrizado en ellos, hemos caminado sobre ellos y tenemos rovers explorándolos, como Opportunity y Curiosity que están sobre Marte, no sin bastantes dificultades (https://goo.gl/dprnUo). De todas maneras, pensarán algunos, llegar y recorrer un planeta es fácil porque al final cabo es un cuerpo muy grande, pero otra cosa es posarse sobre un cometa y recorrerlo como lo están haciendo los dos primeros rovers desplegados por la sonda Hayabusa 2 de la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial (JAXA) sobre la superficie del cometa Ryugu (https://goo.gl/Xsw5QA); o sobre un asterioide con un diámetro de apenas 500 metros, el asteroide Bennu, que será el objeto más pequeño alrededor del que hayamos puesto una nave en órbita y del que tomaremos muestras, en una misión llamada OSIRIS-Rex, que nos traerá estas muestras cerca de noviembre de 2023 (https://goo.gl/x82bYh).
Pero no nos vayamos tan lejos, también hay objetos que están orbitando nuestra Tierra, pero no mirando hacia ella, sino mirando hacia las profundidades del espacio, es decir telescopios que están fuera de nuestra atmósfera, lo que les permite evitar las interferencias que puedan tener estando posados sobre la superficie terrestre. En esa categoría no podemos dejar de mencionar al Hubble, un telescopio óptico que lleva en operación desde 1990 y al cual se le han tenido que hacer un par de reparaciones, lo que se dice fácil, pero llevar el material y hacer la tarea en el espacio no es nada sencillo (https://goo.gl/De5jEV). Son muchos años de servicio y por eso ya está en proceso la misión que lo reemplazará, el telescopio James Webb, aunque ha tenido algunos retrasos para su puesta en funcionamiento (https://goo.gl/5eeRC3). Acá es importante hacer notar que esos dos telescopios no son ni los primeros ni los únicos. Tenemos en órbita varios telescopios de diferentes tipos y con diferentes capacidades para explorar el espacio exterior.
Los anteriores ‘objetos espaciales’ no tienen tripulantes humanos, sin embargo, todos recordamos las imágenes de hombres caminando en la Luna y, más recientemente, hombres y mujeres habitando en las estaciones espaciales. Tal vez les sorprenda el número, pero al día de hoy se han lanzado 12 estaciones espaciales (https://goo.gl/3LZ1nZ), de las cuales dos todavía están en órbita: el laboratorio espacial Tiangong-2 de la Agencia Espacial China, que lleva ya más de dos años en órbita (https://goo.gl/Dx4QVC) y la Estación Espacial Internacional que lleva ¡más de 20 años en órbita! (https://goo.gl/ph1ciV) y que es una colaboración de siete países para hacer investigación en condiciones de microgravedad y otros tipos de experimentos.
Tener en servicio estas estaciones implica que hubiéramos diseñado y construido naves espaciales que tienen la posibilidad de abastecerlas, mantenerlas y volver nuevamente a la Tierra. Estas naves llamadas transbordadores o cargueros espaciales son administradas ahora inclusive por empresas dedicadas a este servicio. Entre ellas tenemos nombres famosos como el Columbia, el Challenger, el Enterprise, el Discovery, etc. (https://goo.gl/AWYgMh); y no tan famosos, pero igualmente útiles, como los cargueros Kounotori de la JAXA (https://goo.gl/agAvwB), entre otros.
Inclusive, con el fin de ahorrar costos se han diseñado, construido y probado cohetes que, después de lanzados y de alcanzar el espacio exterior, aterrizan unas veces con suavidad y otras no tanto (https://goo.gl/iotE4Q).
Y es que, después de leer esta entrada, uno no puede menos que maravillarse con el ingenio y la capacidad de creación humanas. Y lo más impresionante, es que esto es solo el principio.
Entrada Por: Carlos Díez